Un nuevo tiempo: vivir con un corazón resucitado
El tiempo Pascual nos plantea una nueva oportunidad para mirar el mundo de otra manera. Mirar el mundo con un corazón, verdaderamente, resucitado
Empezamos un nuevo tiempo litúrgico. Porque con la resurrección de Jesús se abre un nuevo periodo, una nueva esperanza para todos nosotros y para todas nosotras. Dios nos llama a ponernos en camino movidos por el amor. Así es como nos encontraremos con él y también estamos llamados a anunciar que, aunque no entendamos del todo, como María, Pedro y Juan, algo grande ha ocurrido. Su experiencia es también la nuestra. Nosotros tampoco hemos visto a Jesús resucitado, pero en lo más profundo de nuestro corazón, hemos experimentado la vida nueva, la cercanía del dios viviente, de Jesús resucitado. Un horizonte infinito se abre ante nuestras vidas, y ¡hay que celebrarlo!
Para los cristianos, creer y aceptar el misterio Pascual implica pasar de la muerte a la vida. Estamos llamados a vivir como resucitados en medio de las miserias de este mundo; hemos de crear espacios de cielo en los que aunemos energías en la promoción del bien común, la defensa de la vida, la dignidad y los derechos fundamentales del ser humano, la preservación de la paz en el mundo y el cuidado de la casa común.
Señor Jesús, danos un corazón, verdaderamente, resucitado para sentir que tú vas delante por delante de nuestra vida, abriendo caminos de esperanza, guiando nuestros pasos para llegar a ser aquello que has soñado para todos y todas nosotras. Las llagas de tus manos y pies y la herida de tu costado, son las cicatrices de tanto amor entregado en el mundo para dar vida.
Queremos unir nuestro corazón al tuyo y ser parte de ese proyecto de misericordia para llevar tu humanidad a quienes más sufren y padecen necesidad, especialmente en nuestra labor de Cáritas.
En este tiempo Pascual, en estas semanas de resurrección, no perdamos la costumbre de seguir junto al Padre para no desviarnos de nuestra dirección porque como dice el Papa Francisco “si uno está con Jesús descubre que su corazón pastoral late siempre por quien está perdido, alejado”.